Ando en el penúltimo capítulo del libro de Lawrence Krauss A Universe from Nothing. Lo estoy leyendo y disfrutando en versión original. Después de haber visto a Krauss en bastantes videos de diferente tipo ya sabía que al hombre se le da la oratoria. Pues bien, además resulta que es de esos científicos que escriben estupendamente y te obligan a trabajar la mente mientras te lleva del pasado más remoto a un futuro muy lejano y de lo increíblemente pequeño a lo absurdamente grande, y cuando hablamos de grande o pequeño, no estamos sencillamente hablando de objetos, o sea materia, sino de magnitudes extremas del espacio y el tiempo, donde parece que se encierran los mayores misterios por desvelar que nos depara la ciencia. Y en estas que el otro día, estando de visitas por tierras levantinas, justamente estuve dando un agradable paseo por el centro y Barrio del Carmen de Valencia dando con la fnac abierta en domingo donde cayeron Cliclos del Tiempo de Roger Penrose y Evolución, el mayor espectáculo sobre la tierra de Richard Dawkins. De este último leí con interés las primeras páginas en el cercanías de vuelta. Y como quiera que me despertó de madrugada una espeluznante tormenta y dado que mi capacidad para retomar el sueño ha disminuido a la par que mi tinnitus aumentado me puse a vagar por la red alrededor de Dawkins, Krauss, ateísimos y demás, dando con la web http://www.the-brights.net. Los Brights son un movimiento iniciado por Paul Geisert en 2003 que promueve la comprensión pública y el reconocimiento de la visión naturalista del mundo. El movimiento tiene vocación universal, pero nace en EEUU, y uno de los principales objetivos que persigue es conseguir la lexicalización del término bright como sustantivo (es un adjetivo) con el significado de “alguien que tiene un punto de vista naturalista sobre el mundo (libre de elementos sobrenaturales y místicos)”. Desde el punto de vista lingüístico se trata de zero derivation, proceso por el cual una palabra cambia de categoría gramatical sin la adición de morfema alguno. También se puede considerar que se ha añadido un “morfema invisible” denominado null morpheme. El asunto léxico-semántico es interesante porque, si bien aquel que tiene una visión naturalista sobre el mundo es sencillamente un “naturalista” o se adscribe al “naturalismo” –hasta aquí correcto, el uso del término se ha extendido de modo que designa a alguien que sencillamente gusta de darse un paseo por el campo, a excursionistas y a defensores de la naturaleza. Pero declarar tu amor por la naturaleza y tu enconado esfuerzo por su defensa no te hace en absoluto un naturalista en el sentido estricto del término. Esto ocurre tanto en español como en inglés. Así, un naturalista en el sentido laxo de la palabra bien pudiera ser además un avezado espiritualista que enciende velas para convocar a los ángeles y echa las cartas del tarot en sus ratos libres, lo cual obviamente le alejaría bastante de estar libre de elementos sobrenaturales o místicos. Es aquí donde entra la acuñación de un neologismo como brights. Está por ver si se mantendrá en inglés y cómo se exportará a otras lenguas. En el caso del español, me da que ir por ahí diciendo ser un “brillante” no va a tener mucho éxito. Mantener el neologismo inglés y adoptarlo como anglicismo parece lo mejor, para ira de anglófobos.
Para hacer una breve reseña de algunos conceptos clave a lo
largo de las primeras páginas del libro de Richard Dawkins, el autor señala en
Evolución la diferencia entre teoría, teorema, conjetura, hipótesis y hecho. Me parece
cada vez más sorprendente que sigan apareciendo aquí y allá comentarios por
parte de críticos con la evolución que señalan con toda la tranquilidad del
mundo que “se trata sólo de una teoría”, confundiendo el sentido de teoría que
se aplica en ciencia: “serie de las leyes que sirven para relacionar
determinado orden de fenómenos” (D.R.A.E.). Obviamente, quien confunde este uso
con la locución común “en teoría” desbarata su credibilidad de un plumazo. Por
otra parte, Dawkins indaga sobre el hecho de que, pese a que la evolución no es
observable, al menos por selección natural sí es una teoría susceptible de
haber sido desarrollada mucho antes, sin
haber tenido que esperar a que estuviera bien entrado el siglo XIX. Se
refiere el autor en este punto a Ernst Mayr, al que describe como “el gran
abuelo de la síntesis neodarwiniana”. Mayr, fallecido en 2005 a los cien años
de edad, postulaba que el retraso en el desarrollo de la teoría de la evolución
obedece al esencialismo platónico, el cual ha dominado ampliamente el
pensamiento a lo largo de la historia occidental. Por otra parte Darwin apunta
que este esencialismo es en gran medida connatural al ser humano, siendo los
niños perfectos esencialistas. El proceso de aprendizaje sobre el mundo
consiste en gran medida en categorizar el entorno asumiendo la existencia de un
modelo esencial. Y es que, como Dawkins reflexiona, el valor de la observación,
pese a ser un pilar de la ciencia, está hipervalorado en general, ya que en
muchas ocasiones nos engaña o nos lleva a conclusiones erróneas. Para Dawkins,
la inferencia indirecta es a menudo la conductora hacia teorías que se
mantienen como hechos. Especialmente cuando se estudian fenómenos de la
naturaleza que ocurren muy lentamente a lo largo de enormes periodos de tiempo,
como la evolución por selección natural o la deriva continental. Es interesante
apuntar aquí que Dawkins deja caer en los comienzos del libro que la selección
natural no es el único y exclusivo factor conductor de la evolución, espero con
ganas que ahonde sobre este asunto en posteriores capítulos. Además, curiosamente
es la evolución por selección artificial un proceso que, por el tiempo
relativamente corto en el que se desarrolla, permite que entendamos lo
enormemente productiva que es la evolución en general, ya que genéticamente lo
que ocurre en la selección artificial (como en la creación de razas de perros)
es lo mismo que en la evolución darwiniana solo que en la primera es la acción
del hombre la que actúa sobre el acervo genético.
Esta ha sido mi lectura principal en los dos últimos días, y
dado que me interesan estos asuntos de la evolución, la geología, la
cosmología, astronomía, etc., que mi concepción del mundo es naturalista, y que
me mantengo al margen de la religión (pues no creo en la existencia de
entidades sobrenaturales como deidades, ángeles o demonios), no sólo le he
echado un vistazo a la web de los brights, sino que me he registrado. ¡Soy un
bright! La verdad es que en general soy reticente a pertenecer a cualquier
grupo que implique alguna ideología. De hecho mi posición religiosa, en
principio, es la ausencia de posición. En la práctica, como la religión está
fuertemente imbricada en el tejido social y como soy, como cualquiera, parte
del mismo, tengo mi derecho a hacer crítica sobre la religión cuando me plazca.
Y de hecho lo hago. En esto que me ha llamado la atención una de las sugerencias en
la web de los brights, que anima a usar el término para rellenar cuestionarios
que pregunten por la religión. En principio me da cierta grima que se le
pregunte a alguien a qué religión pertenece, como si tener una religión fuera
tan normal como tener nombre, apellidos, dirección, etc. Lo cierto es que,
probablemente, en EEUU las preguntas sobre raza y religión en impresos de
diversa índole deben estar a la orden del día. Viviendo en Inglaterra, (que con
sus diferencias comparte un acervo cultural anglosajón con los norteamericanos)
hace años, tuve que rellenar un cuestionario más o menos oficial, no recuerdo
muy bien para qué era exactamente, pero pienso que se trataba de algo relativo
al trabajo. Creo recordar que no se me preguntaba la religión, pero sí recuerdo
que se me preguntaba la raza. Ignoro si actualmente existe algo parecido en
España para inmigrantes que empiecen a trabajar en el país, pero no deja de
parecerme extraño y producirme cierto rechazo. En la España de otros tiempos
las razas quedaban muy claramente taxonomizadas por tonalidades: blanca, negra,
amarilla, cobriza y aceitunada (por cierto que Antonio Muñoz Molina escribió un
interesante artículo al respecto). Las posibilidades que brindaba el
cuestionario británico resultaba más complejo. Una de los epígrafes incluía el
término “mediterráneo”, y aunque yo soy más de las playas de Cádiz y Huelva,
siempre me ha gustado a mí eso de sentirme culturalmente “mediterráneo” (pero a
menudo me identifico con lo british). En cualquier caso, por lo que pude
entender, lo de mediterráneo venía a ser alguna suerte de subclase dentro de
los aceitunados, lo cual no es lo mismo que bronceado con unte de aceite bajo
el sol de Andalucía Occidental. De este embrollo me sacó mi jefa, blanca cual
directa descendiente de los Jutos con un ‘you are white”, sin más vueltas. A lo que voy, no creo que
se le tenga que preguntar la religión a nadie si no es para inscribirse en una
iglesia, secta o algo parecido, en cualquier caso para asuntos relacionados con
la religión. Lo que me produce una suerte de extrañamiento es que se dé más o
menos por hecho que la gente pertenece necesariamente a una religión. Ahí
cumple perfectamente su función la denominación bright, y probablemente lo
escribiría de darse la situación en un país de habla inglesa, aunque el simple
guion largo (queda más aseverativo que corto) o rayita, se me antoja más
potente, algo así como responder “pero qué clase de pregunta es esa” o “acaso me
ha tomado por alguien que cree en lo sobrenatural”. De algún modo, al rellenar la casilla, aunque
sea con “bright” no deja uno de aceptar que es connatural al individuo
pertenecer a alguna religión. Y además aquí viene el quid: el movimiento bright
no es una religión. Así, escribir “bright” en la casilla debería en todo caso
interpretarse como una rayita con un asterisco y una explicación a pie de
página indicando “bright” como explicación del motivo por el que se pone la
rayita.
Como ahora soy un bright, incluyo una imagen digamos
corporativa de la comunidad para hacer proselitismo (¡yo librepensador, qué
vergüenza he caído en manos sectarias!) Y consciente de que no publicaba desde
mayo pese a haber hecho propósito de enmienda (¿concepto cristiano?) elevo este
texto (“subir” lo dejo para archivos de programas y tal) a entrada del blog con
la intención, como siempre, de que no me decaigan las ganas.