Entre los leves promontorios de tu cuerpo
se eleva la más bella insinuación cuando
tus extremidades laxas asumen formas
insospechadas para rodearme de sedas etéreas.
Las pérgolas de yedra se transmutan
en vides preñadas bajo las que te celebro,
pergeñando tu presencia entre los irisados destellos
del ónfalo dulce que me convoca.
Me sexas hombre y te sanciono mujer.
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