Leyendo un artículo en la edición digital de Babelia por Luisgé Martín, me ha venido a la mente un poema que escribí hace años, cuando tuve la oportunidad de curiosear por un enorme almacén de una distribuidora de libros.
A los libros en un almacén
¿Quiénes son vuestras madres?
Impresos lleváis poderes indecibles
pero aquí parecéis muertos
enterrados en un panteón
de fieras multiformes
esperando resucitar y ser.
Obligado letargo del universo medio,
del indigno purgatorio amalgamado
que un día os esparce
para transfigurarse en pensamientos,
ya transubstancia informe
de la mujer que os adopta.
¿Quiénes son vuestros padres?
¿Es que huís despavoridos
de la mano creadora?
Revueltos, tenéis amores imposibles
mas allí estaréis vivos,
insertos en un rincón
que murmura en sus ratos vacíos.
Despacio se vive la espera en vida,
pero llega la mano amiga
que os funde con su océano
para hundiros con otros veleros,
ya parte del abismo azul
del hombre que os hace suyos.
A los libros en un almacén
¿Quiénes son vuestras madres?
Impresos lleváis poderes indecibles
pero aquí parecéis muertos
enterrados en un panteón
de fieras multiformes
esperando resucitar y ser.
Obligado letargo del universo medio,
del indigno purgatorio amalgamado
que un día os esparce
para transfigurarse en pensamientos,
ya transubstancia informe
de la mujer que os adopta.
¿Quiénes son vuestros padres?
¿Es que huís despavoridos
de la mano creadora?
Revueltos, tenéis amores imposibles
mas allí estaréis vivos,
insertos en un rincón
que murmura en sus ratos vacíos.
Despacio se vive la espera en vida,
pero llega la mano amiga
que os funde con su océano
para hundiros con otros veleros,
ya parte del abismo azul
del hombre que os hace suyos.
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