La música está pertinazmente presente en la vida diaria de casi todo el mundo, y no solamente en el caso del melómano de prolija discoteca. La música nos rodea, está en las cuñas de los informativos, en los anuncios publicitarios, en los fondos sonoros de programas de televisión, en los menús de los DVD, en las películas, en los documentales, en los teléfonos móviles, en los juguetes; en definitiva en muchos sitios donde desempeña una función secundaria o paralela (el caso del cine es especial, más adelante me referiré a él). Las músicas que cumplen esta función provienen de diversas fuentes. Podemos encontrar el éxito de actualidad en un anuncio televisivo, lo cual debe significar en principio que el anunciante se ha gastado sus buenos cuartos. Pero esto último no es algo de lo que podamos estar absolutamente seguros ya que existen en el mundo empresarial multitud de formatos para hacer negocios, especialmente en épocas de crisis y muy particularmente con la necesidad de las discográficas de abrir nuevas vías de comercialización. El intercambio o barter en su voz inglesa es un sistema que suele utilizarse mucho en publicidad. También, los éxitos del pasado han sido y siguen siendo ampliamente utilizados, quizás haya un repunte al respecto actualmente. Si la razón está en el puro criterio estético de los creativos publicitarios o la factura a presentar al anunciante tiene que ver, se escapa a mi conocimiento, aunque no a que le dé algunas vueltas en mi cabeza. Pero también podemos encontrar música no reconocible, esa que ha sido creada ex profeso para acompañar por ejemplo tal anuncio televisivo. En este caso se entiende que en ello trabajan músicos y estudios de grabación especializados, y esto parece lo más consecuente y profesional. Pero a menudo me defrauda notar que esa melodía suena a plagio total y me parece reconocer algún éxito de hace quince o veinte años, pero tan lejanamente que no se le puede llamar adaptación, versión ni nada parecido (con lo cual también entiendo que es lo que debe salir más baratito). De todos modos, sigo pensando que tiene un gran valor componer algo adecuado al medio con el que la música vaya a ir adscrita, aunque sea un tono de espera para la línea telefónica, porque hasta en esto hay calidades (el de mi banco me encanta). En el cine hay una serie de capas que se superponen para crear un conjunto y la música es a menudo (hay excepciones) un elemento fundamental. Ocurre que, especialmente en el cine de presupuestos más o menos elevados, a menudo encontramos renombrados compositores y magníficas producciones musicales que se desligan de la pantalla y asumen la forma de otro producto comercial como BSO, en ocasiones de notables cotas.
En cualquier caso, la música adquiere a menudo un carácter más o menos servil con respecto a otras disciplinas e intereses, del mismo modo que cuando la música se comercializa supuestamente como objeto en sí misma adquiere un carácter más o menos servil con respecto a nosotros mismos. Y es que en general no podemos prescindir de las músicas a las que me refería anteriormente sin obviar el resto del soporte, pero al elegir la música que nos acompaña al conducir, al leer, al escribir o al amar estamos de algún modo eligiendo y modulando la realidad que nos circunda.
Pero hay algo más que eso, porque la música tiene su lado privado y su lado público o social, y en base a éste último la música con la que uno se identifica puede ser parte de tu caracterización como persona. A veces la ausencia de interés por la música es un rasgo de caracterización en sí mismo. Sin embargo son muy comunes los prejuicios con respecto a ciertas músicas y la gente que las consume, las adora, las utiliza o se adscribe a ellas de algún modo. En realidad todas las músicas tienden a tener un enemigo cultural que trata de ningunearlas, de defenestrarlas. En general, cuanto más alejado del mainstream, más posibilidades de caer en las consabidas etiquetas de raro, ruido, inentendible, etc. Luego está el factor tiempo. En mi opinión la música es algo perdurable y además hay tanta que siempre hay tiempo de volver al pasado para descubrir, redescubrir y completar. Uno de los ejemplos más extremos de cómo la música posicionaba a los individuos era el de las tribus urbanas, especialmente en los años ochenta, o al menos así lo viví. Heavies, punkis, rockabilis y otros se definían por conceptos musicales que se han difuminado con el tiempo.
2 comentarios:
Siempre digo que a mí la música no me gusta. Que me parece ruido. Nunca oigo música en casa.Pero sí en el coche y tengo gustos y opiniones sobre determinadas músicas. Elijo los cd que pongo o la emisora que sintonizo. Sin embargo, en el fondo no debe de gustarme demasiado. Por ejemplo, le agradezco a la película La soledad que no use banda sonora.
Nunca he usado mp3 ni diskman ni lo que era propio de mis tiempos, walkman. Y por otra parte, me gustan los musicales. En fin,es así.
Un saludo.
hay un bombardeo continuo de "música" hacia nuestros oídos. El silencio para mí es también un bálsamo. Saber escoger, lo más idóneo en cada momento según nuestros gustos o los del grupo.
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