lunes, 13 de octubre de 2008

Creando y descreyendo


Un artículo de Juan Manuel de Prada sobre el creacionismo ha dado que hablar últimamente. Incluso a él mismo le ha dado de qué hablar en otro artículo donde no corrige pero acaso aumenta la versión anterior hablando de incrédulos. Para de Prada, el incrédulo sobre la intervención divina en la creación, la comunión de los santos o la resurrección de la carne suele creer que se va a forrar invirtiendo un puñado de pecunia o que vivirá más de cien años gracias a los avances de la ingeniería genética. Yo desde luego no creo que me pueda forrar invirtiendo, pero como no tengo un pavo que invertir no me preocupa en absoluto. En cuanto a lo de vivir más de cien años, con el tabaquismo que tengo encima, dudo muchísimo alcanzar esa edad. Sin embargo, si tuviera que apostar obligatoriamente o bien a que resucitaré al final de los tiempos o bien a que viviré más de cien años, lo haría sin duda por la segunda opción, porque la primera me parece risible en su sentido literal y la segunda plausible científicamente. El señor de Prada debería tener en cuenta que en la época actual la creencia en los preceptos de la Iglesia y la verdad de las Escrituras son una cuestión personal y que se suelen desarrollar en los círculos afines a la fe, pero que cuando saltan al mundo exterior, el real, uno se arriesga a que los demás comenten lo que les parezca, del mismo modo que se tiene derecho a hablar de la comunión de los santos en un diario.

Yo no estoy de acuerdo con el creacionismo ni con el diseño inteligente (que son esencialmente difíciles de distinguir). La cuestión está en si estas doctrinas o teorías pueden hacer daño. Yo pienso que no lo hacen dentro del ámbito de la religión (la adscripción a y el ejercicio de una religión son un derecho). Que se cuestionen asuntos científicos desde la religión toma otro cariz, especialmente en el ámbito de la enseñanza (primaria, secundaria y superior). Entiendo que hay dos modos principales de cuestionar la ciencia desde la religión: en cuanto a la moral y en cuanto a la cosmogonía. De estos, los asuntos relativos a la moral son debatibles en sociedad, aunque desgraciadamente generen conflicto. Son cuestiones perfectamente opinables. Si los cristianos protestan contra el aborto por sus convicciones de moral cristiana, pues normal, ahí está el debate. Pero si protestaran (lo hacen algunos en EEUU) por no introducir su cosmogonía cristiana en la enseñanza de la cosmología, la física o la biología, mal andaríamos.
Para el señor de Prada el hecho de que el hombre de las cavernas se pusiera a pintar es prueba de que hubo intervención divina para que existiera el ser humano. El incremento en la capacidad craneana (algo perfectamente entendible a la luz de la evolución) no es algo significativo, es más, probablemente Dios intervino aumentando la capacidad craneana para que el hombre de las cavernas pudiera pintar y así tuviéramos las generaciones venideras constancia fehaciente de su labor divina.

martes, 7 de octubre de 2008

El plagio de Bunbury




Me decía un buen amigo de entonces, una tarde cualquiera, cuando Héroes del Silencio estaban en su apogeo, que el grupo no le parecía mal, pero no aguantaba la voz afectada del vocala. Yo sin embargo hacía una vindicación de la afectación. Bajo mi punto de vista… a ver, soy sevillano, un sitio donde solías pegar una patada a un naranjo y caían tres guitarristas de la muerte… esto me he perdido, sí… prosigo… No… que bajo mi punto de vista, insisto (¿no lo había hecho aún?) el grupo sonaba a rock contundente, pero sin la voz… una mierda (con mis respetos a quien le corresponda). Me di cuenta de la grandeza de los maños estos cuando en medio de la pista de una discoteca (antaño teatro) en Hamburgo, hace más de una década, la avant garde del local (me consta que no eran canis), fauna masculina y femenina (osea, “to dios”) flipaba con lo bien que cantaba yo los temas de los susodichos “Héroes”. Reeperbahn: una condonería, dos sitios de comida rápida, un puticlub, tres sitios de comida rápida, un bar de copas, una condonería, dos sitios de comida rápida, un bar de copas, otro sitio de comida rápida… y así… (bueno, y más puticlubes). Conste que iba con novia (alemana por supuesto, del este para más señas) y que me empujaba a “disfrutar” del marchote que se me ofrecía.

Joder, que me salgo de madre (Viva el San Pauli; esto ya no lo explico, lo dejo a los más freaks (pista: fútbol)


Total, que hubo hasta un asesinato por allí, pero yo, con los Héroes, el rey de la disco, total.


Volví yo a la facu y le dije al colega que yo era ya fan de los Iron Maiden, de Pink Floyd y de Los Beatles; y de los Kinks y de la madre que parió al faraón de la puta pirámide de Keops (osea: el señor Keops) (pero él ya lo sabía). Hace algún tiempo que no le veo, pero me consta que es un tío fetén.


En resumiendo que es gerundio (vaya uso lingüístico carca que se caga la perra): El Bunbury usa versos de Pedro Casariego Córdoba. Poeta de culto al cual gracias a la puta polémica van a acceder muchos más lectores. Que el colega Enrique podría haber incluido una reseña al susodicho poeta en su disco… pues sí… Que eso es plagio… menos mal que no ligué en la Reeperbahn de Hamburgo, porque entonces la SGAE me multaría por “ligoteo improcedente” (joder que no ligué, que ya tenía novia autóctona, bueno, del éste, ya lo dije). Hay citas musicales que son tan evidentes (para el oído avisado) que a nadie se le ocurriría pleitear por ello porque loan más que plagian al primigenio creador. Pienso, en mi desconocimiento de la ley (mierda, no exime de su cumplimiento), que si Bunbury hubiera mencionado a Casariego en los créditos hubiera estado bien (siempre está bien usar la cultura popular para dar a conocer la de culto), pero que machacar a un músico por varias frases en sus letras es de cogérsela con papel de fumar (o ganas de dar por culo).


Más en plata: habría que pleitear contra Matt Groening porque en un capítulo de Los Simpson el pequeño Bart dice: “Algo está podrido en el Reino de Dinamarca”. ¿Le suena a alguien?


Joder… iba a tocar un shuffle pentatónico con la acústica pero me he acojonado, ¿mira que si me ponen un pleito?


Me voy a la cama... ¿o no?

lunes, 6 de octubre de 2008

Platos cuadrados


Últimamente leo todos los días el ABC (edición de Sevilla) en papel, que cada mañana está bien temprano dentro de una bolsa de El Corte Inglés colgada en la puerta del piso. Cosas de vivir con mi abuela, que me ha acogido en su búnker protector mientras nos sobrevuelan las crisis (que son varias). El domingo pasado se explayó a gusto don Antonio Burgos, gran valedor de los valores sevillanos y faro que nos ilumina para que no tropecemos con mamarrachadas que no vienen a cuento en nuestra mariana y fortissima Híspalis. Incluyo el vínculo:


http://www.abcdesevilla.es/historico-opinion/index.asp?ff=20081005&idn=81406899813

A mí que el señor Burgos esté muy bien relacionado y que le inviten a bodas y coma caña de lomo y gamba blanca de Huelva (mi abuela diría de Padrón), me parece estupendo. Que lo utilice para machacar a la hostelería moderna, a Arzak y a quien se ponga por delante me parece pelín extemporáneo y bastante reaccionario, pero sobre todo me parece una putada para los hosteleros que en la capital andaluza intentan crear negocio, empleo y turismo sin ajustarse a la más estricta ortodoxia. Y es que al señor Burgos le ha dado últimamente una perrera tremenda contra los restaurantes de “platos cuadrados”, aunque sobre ellos se pongan manitas de cerdo, rabo (“cola” en Sevilla) de toro o langostinos de Sanlúcar. Lo curioso es que según se desprende de sus comentarios cada vez va más a sitios de “platos cuadrados”. ¿La cuadratura del círculo?


Fui propietario de un restaurante de “platos cuadrados”, aunque también los teníamos redondos (por si venía el señor Burgos; no lo hizo que yo sepa). Me consta que existen algunos estupendos restaurantes de “platos cuadrados” en Sevilla y que muchos de sus clientes leen el ABC. Flaco favor señor Burgos. Claro que para favor nada como que le inviten a uno a caña de lomo y gamba blanca de Huelva.

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