jueves, 16 de agosto de 2007

Ya entretejo ignotas melodías,
cálida sangre del tejido primero
que arrulla el frío salón de cristales
del ontosentir bajo la leve ausencia.
Acompañan racimos de pulsiones,
apenas domeñados por los ocres
guardianes de la torre sagrada
cuyas lanzas señalan en silencio
los más suaves deseos.
Pegaso, maculado de sangre
graceja frente a mi ventanal
con delgados mensajes de éter.
Ya mi alma sonríe secreta
al cómplice bello de mi destino,
que con dulce guiño amansa
los truenos vivaces del centro
de mi carne que tiembla sensible.

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