miércoles, 9 de abril de 2008

El Restaurador de Costureros (1)



Había un viejo restaurador de costureros que no tenía costureros que restaurar, lo cual parecía entristecerle mucho. Pero un buen día, mientras pensaba en su desgracia y en los buenos tiempos ya pasados, una linda jovencita llamó a su puerta con un viejo costurero roto en la mano diciendo que el costurero de su abuela necesitaba un arreglo. El semblante del restaurador de costureros reflejó cierto gozo, sus arrugados párpados se levantaron como si hubiera visto una visión.
-Pasa pequeña, pasa. -Dijo con voz amable. La chiquilla, con aires de traviesa vestía con toda propiedad, lo cual denotaba su buena cuna. Avanzó al interior del humilde taller con decisión aunque su paso era tan suave que pareciera que sus pies no tocaban suelo. El restaurador de costureros siguió tras ella un poco encorbado y con andares dificultosos. No podía evitar que la agitación que sentía se reflejara en sus movimientos.
-Eres la primera persona que viene a restaurar un costurero en los últimos... bueno, no se, desde hace mucho tiempo. Ahora la gente no arregla los costureros viejos, los tiran y compran otros nuevos. No hay mucho trabajo, no.
-Este costurero es de mi abuelita. Mi abuelita está un poco sorda, pero puede ver muy bien para su edad y se pasa el día cosiendo y cosiendo. El costurero estaba muy viejo y roto y mi madre dijo que habría que comprar uno nuevo en la tienda, y mi abuelita dijo que no, que el costurero había que arreglarlo porque lo había estado usando siempre y total podría aguantar mucho más si se llevaba a arreglar, y que además lo podrían seguir usando otras personas, que un costurero como éste se asemeja a las primeras sábanas de los que se casan, ¿qué quiere decir eso señor?
- Pues me pones en un aprieto, la verdad. Supongo que quiso decir que éste fué su primer costurero y según parece no ha tenido ningún otro. ¡Ay si todo el mundo pensara de los costureros como tu abuelita! Todo sería mejor para mí. El negocio marcharía bien. Algunos me dicen que me dedique a otra cosa, como zapatero o tapicero, pero yo les digo que yo soy restaurador de costureros, ese ha sido mi oficio siempre y uno debe ser fiel a lo que uno es, digo yo. Además, ya soy viejo para aprender un oficio nuevo, soy restaurador de costureros y lo seguiré siendo. ¿Por qué demonios voy a cambiar de oficio?
-Eso, eso, ¿por qué demonios? -repitió la pequeña frunciendo el ceño.
-Shh, que no se entere nadie que estamos diciendo palabrotas -apuntó el viejo.
-Shh, que no se entere nadie -musitó la pequeña con aires de complicidad.
-Reparar costureros no es tarea fácil, requiere una especialización. Uno no va a echar por tierra toda una vida dedicada a un oficio, y los años de aprendizaje y... -el hombre se quedó apretando los labios y mirando al infinito de la lúgubre estancia para al fin continuar- la verdad es que yo no necesito mucho para vivir, tengo una colección de viejos costureros, los arreglo y se los vendo a un ambulante que va por los pueblos de la comarca.
La pequeña estuvo un rato observando el taller. Estaba un poco oscuro, tan solo una lamparilla iluminaba una de las mesas de trabajo donde el anciano se afanaba en su labor. Alrededor se vislumbraban viejos taquillones, aparadores y altillos llenos de costureros, tablones y planchas de madera, telas, bobinas de hilo y muchas cajas grises de distintos tamaños. Todo parecía estar ondulado, incluido el suelo. Nada seguía lineas rectas y la niña pensó que todo aquello se podía venir abajo en cualquier momento. Tuvo el ademán de alzarse para acomodar las cajas de manera que ofrecieran una mayor estabilidad. Todas las cosas le parecían estar apoyadas en un equilibrio imposible. Algunos gatos andurreaban de aquí para allá e incluso se subían a los altillos, inexplicablemente sin tirar nada.

1 comentario:

Marina Culubret Alsina dijo...

he caído aquí de casualidad, como la misma casualidad de encontrarse un restaurador de costureros al girar la esquina.

dices que es un relato que escribiste hace años, y me gusta que lo lleves aquí , en el presente. Ya entonces pocos costureros había, ya ni restauradores, ahora hay pocos que sepan coser un botón...

me gusta, me gusta...y a la que pueda seguiré el hilo de la historia.
saludos...!
:-)

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